En 1962 viaja por primera vez a París, donde para poder subsistir se ve obligado a limpiar oficinas públicas al amanecer y, por las noches, a recoger los cubiertos de un restaurante a cambio de comida. Durante su estancia de tres meses en la capital francesa visita el Louvre, el Jeu de Paume, El Museo Nacional de Arte Moderno, donde puede contemplar cuadros de Matisse o Picasso, al que tiene oportunidad de saludar personalmente en una ocasión; asiste a los talleres de dibujo de Saint Germain y conoce a José Maldonado, tinetense, presidente de la República española en el exilio, quien le presentará a Orlando Pelayo.
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